9.5.10

Horadar
















The Collective Invention
Rene Magritte



Cinco, cinco minutos más.
La madre que perdió a su hijo en la hoguera,
y la madre que lo ve saltar entre las hojas,
no son el mismo otoño.

Nada se conmueve hoy al ver los relojes dar vueltas
en la escena inmóvil de los niños marginados,
ni en la de los alucinados,
quienes continuamente agitan sus alas,
pero no alzan vuelo hacia el abismo.

Cuatro minutos se encienden,
como velas que derriten mi alrededor con lentitud,
es una pesadilla, pero, aunque lo sé,
no puedo interferir con el tiempo,
¿quién realmente puede frenar su despego?

Hoy me quedo quieta.

Mi único trabajo es recordar a Orwell.

En la sequía, la verdad, por pequeña que sea,
viene a ser la chispa que enciende en llamas
la noche arbórea y latente,
de una revolución.

En un segundo, quizás, penetren
por las hendijas de la puerta oculta,
saltamontes,
y empiecen por comerse mis pupilas.

¿Qué quedará de mí
cuando me cundan sus verdes alas?

Tres minutos salen de entre los bastidores,
apestan a chinches, a realidad.
Perdí los últimos dos minutos quejándome,
¡coño!,ahí va el tren de mi desvarío.

Quedan sesenta segundos,
rehúso pararme como un resorte roto.
Oigo un ruido, por ahí viene el mundo
con el manojo absurdo de sus llaves,
a romperme a llaverazos la cabeza,
a demandar su cobro, su interés,
pero, la verdadera deuda que tengo es con los extraños,

la deuda, por tener ojos.

No hay otra opción, tengo que levantarme.


E. Roxane Aristy

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